El pensamiento económico del siglo XX estuvo en gran medida determinado por el enfrentamiento de ideas, donde cada escuela intentaba ofrecer su visión del orden ideal de la sociedad. Si la escuela de Chicago, con su fe en el mercado como solución universal a todos los problemas, se convirtió en símbolo del neoliberalismo, la escuela Austriaca marcó otro camino: filosófico, con énfasis en la libertad individual.
Fundada en las ideas de Carl Menger, Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, rechaza fórmulas matemáticas complejas, enfocándose en la naturaleza humana y el orden espontáneo. En la era de la digitalización, cuando la descentralización y la libertad de elección se convierten en temas clave, las ideas austriacas adquieren una nueva relevancia.
Analizamos en qué se diferencia la Escuela Austriaca del enfoque de Chicago y cómo se manifiestan sus principios en el mundo moderno.
Orígenes de la Escuela Austriaca
En 1871, Carl Menger publicó el libro "Principios de economía política", en el que formuló la revolucionaria teoría de la utilidad marginal. Supuso que el valor de las cosas no se determina por los costos de producción, sino por las necesidades y la percepción del consumidor.
Las ideas de Menger sentaron las bases de la teoría subjetiva del valor, que desarrollaron sus discípulos. Entre ellos, destacó especialmente Eugen von Böhm-Bawerk, autor de la obra fundamental «Capital e interés» (1884–1889).
Después de la Primera Guerra Mundial, los austríacos también desempeñaron un papel clave en el desarrollo del concepto de argumento de cálculo, dirigido a criticar la economía planificada. En su opinión, la planificación socialista no puede distribuir recursos de manera efectiva debido a la falta de precios de mercado que reflejen las preferencias individuales de los consumidores finales.
Uno de los manifiestos singulares de los austriacos en el siglo XX fue el tratado de Ludwig von Mises "La acción humana" (1949). En este libro se exponen los principios de la praxeología, un enfoque teórico que considera la economía como el resultado de las acciones de individuos racionales.
Pero el representante más célebre de la escuela fue el premio Nobel Friedrich August von Hayek, quien entre otras cosas actualizó la teoría del orden espontáneo que se remonta a las obras de Adam Smith.
Antípoda de Chicago
A diferencia de la Escuela de Chicago, que se basa en datos empíricos y modelos matemáticos, los austriacos prefieren el análisis filosófico y lógico. Sus ideas se construyen sobre tres principios clave:
subjetividad del valor y utilidad marginal. Cada persona define por sí misma lo que es valioso, basándose en una evaluación subjetiva, no en las propiedades objetivas de la cosa. Menger demostró que el valor de un bien depende de su utilidad marginal — el beneficio que proporciona una unidad adicional del producto, y esta utilidad disminuye a medida que se satisface la necesidad. Por ejemplo, desde el punto de vista de las necesidades biológicas, un vaso de agua es vital, mientras que las obras de arte no lo son. Pero una pintura puede costar millones para un coleccionista que la ha buscado durante mucho tiempo y, al mismo tiempo, no tener ningún valor para la mayoría de las otras personas. Y viceversa: una persona que muere de sed en el desierto estaría dispuesta a darlo todo por un vaso de agua que en condiciones normales obtendría casi gratis;
orden espontáneo. El mercado es un sistema autoorganizado que surge de numerosas decisiones individuales sin control centralizado. Hayek comparaba el mercado con el lenguaje: nadie lo inventó intencionadamente, pero coordina de manera efectiva el comportamiento de las personas. Según los austriacos, la intervención del estado a menudo interrumpe este orden espontáneo;
libertad individual. Mises creía que la economía comienza con las acciones del individuo, no con modelos abstractos. La libertad de elección es la base de la prosperidad, y cualquier coerción, especialmente por parte del estado, reduce la eficiencia y sofoca la iniciativa.
Los austriacos afirman que la economía es la ciencia del comportamiento, que es demasiado compleja para ecuaciones precisas, y son escépticos sobre los modelos matemáticos populares en la Escuela de Chicago. En su lugar, proponen la praxeología: un análisis lógico que estudia los fenómenos económicos mediante un enfoque deductivo, partiendo de principios fundamentales, como que las personas actúan con propósito, tratando de mejorar su situación.
Los representantes de la escuela vinculan las crisis con la expansión crediticia artificial, provocada por las acciones de los bancos centrales. En este enfoque, los austriacos, especialmente Mises y su sucesor Murray Rothbard, abogaban por la eliminación total de los bancos centrales, considerando que su intervención conduce a la distorsión de las señales naturales del mercado. Propusieron un regreso al patrón oro o un sistema de actividad bancaria libre, donde el dinero es emitido por instituciones privadas en base a la demanda del mercado, y no al control estatal.
Si la Escuela de Chicago bajo la dirección de Milton Friedman se basa en el monetarismo, los austriacos proponen un enfoque más flexible. Comparten la fe en el mercado, pero lo ven como un sistema complejo basado en la libertad de elección. Subrayan que el mercado es eficiente solo en condiciones de verdadera libertad, y no bajo la presión de monopolios o una desregulación excesiva que puede llevar al caos.
La escuela de Chicago permitía una intervención mínima (, por ejemplo, el control de la masa monetaria ), pero los austriacos eran inicialmente más radicales. Mises y Hayek veían al estado como una amenaza para la libertad, especialmente en la planificación económica. Sin embargo, no idealizaban el mercado: Hayek advertía que sin la protección de los derechos individuales, este podría ser capturado por grandes actores, como corporaciones o monopolios.
Orden espontáneo en acción
Las ideas de la Escuela Austriaca se materializan en el mundo real, especialmente en la era de la digitalización, cuando la descentralización se ha convertido en una tendencia clave. Consideremos algunos ejemplos destacados:
Silicon Valley. El crecimiento de startups tecnológicas como Google, Amazon o Tesla ilustra la idea de orden espontáneo. Estas empresas no surgieron gracias a la planificación estatal, sino a la iniciativa libre de los emprendedores. Un ecosistema descentralizado de capital de riesgo, startups y competencia ha creado innovaciones que han cambiado el mundo: el mercado encuentra por sí mismo soluciones eficaces sin directrices desde arriba.
criptomonedas y blockchain. Bitcoin, creado por Satoshi Nakamoto, se convirtió en la encarnación de las ideas austriacas sobre la libertad del control central. Una red descentralizada, que no depende de bancos o gobiernos, refleja el principio del orden espontáneo. Los contratos inteligentes permiten automatizar acuerdos sin intermediarios, lo que se alinea con el principio austriaco de minimizar la intervención;
economía de plataformas: Plataformas como Uber, Airbnb o Upwork demuestran el orden espontáneo en acción. Coordinan la actividad de millones de personas, permitiendo que la oferta y la demanda se regulen sin planificación central. Sin embargo, estas plataformas enfrentan dificultades, como leyes locales o el descontento de las industrias tradicionales, lo que muestra los límites del orden espontáneo;
organizaciones autónomas descentralizadas (DAO). Las DAOs implementan ideas austriacas a través de blockchain, donde la gestión es realizada por la comunidad y no por una autoridad central. Permiten a los participantes tomar decisiones en conjunto, minimizando el papel de los intermediarios, lo que es un ejemplo de autoorganización.
En este camino hubo tanto éxitos como desafíos. Silicon Valley ha dado lugar a monopolios que limitan la competencia y la libertad, lo cual va en contra de las ideas de Hayek. Las criptomonedas, a pesar de su descentralización, han enfrentado problemas de especulación e inestabilidad. Estos ejemplos muestran que los conceptos austriacos funcionan mejor en condiciones donde la libertad se combina con la protección contra monopolios y el caos.
Descentralización en la era digital
Hoy en día, los principios de la Escuela Austríaca se discuten activamente en el contexto del futuro de la economía. El desarrollo de las tecnologías digitales ha aumentado la atención hacia Web3 y DeFi. Esto se relaciona con la perspectiva austríaca sobre el orden espontáneo, donde las decisiones se toman a nivel individual, y no por estructuras centrales.
El escepticismo austriaco hacia el control estatal también resuena con la crítica a las grandes tecnologías. Compañías como Meta o Google, que dominan el mercado, limitan la libertad de elección, creando monopolios digitales. Hayek probablemente abogaría por alternativas descentralizadas que devuelvan el control a los usuarios. Por ejemplo, proyectos como IPFS buscan crear un internet donde los datos pertenezcan a las personas, y no a las corporaciones.
Al mismo tiempo, las ideas austríacas inspiran el debate sobre la libertad en la economía. El crecimiento de la popularidad de las ideas libertarias, especialmente en los Estados Unidos, se debe en parte a la influencia de Mises y Hayek. La "Acción Humana" de Mises o "Camino de la Servidumbre" (1944) de Hayek siguen siendo obras relevantes para aquellos que ven el control estatal como una amenaza a la innovación y la libertad.
¿Idealismo o practicidad?
Los críticos de la escuela, como el neokeynesiano Paul Krugman, señalan su idealismo. La renuncia a los modelos matemáticos hace que las ideas austriacas sean difíciles de comprobar y aplicar en la política real.
Así, la lucha contra la crisis climática requiere coordinación global, lo que contradice el enfoque radical antistatista de los austriacos. Los keynesianos critican a los austriacos por ignorar el papel del estado en la estabilización de la economía durante recesiones, como la Gran Depresión o la crisis de 2008, cuando las políticas fiscal y monetaria mitigaron las consecuencias.
Otra debilidad es la vulnerabilidad del orden espontáneo ante los monopolios. Sin una regulación mínima, los grandes jugadores pueden suprimir la competencia, como se puede ver en el caso de las grandes tecnológicas. La crisis financiera de 2008, que algunos vinculan con una fe excesiva en la autorregulación del mercado, subraya los riesgos de la desregulación radical.
Los críticos también señalan que las ideas austriacas funcionan mejor en teoría que en la práctica, especialmente en países con instituciones inestables, donde la libertad sin reglas puede llevar al caos.
Lecciones para la economía del siglo XXI
La escuela austríaca ofrece una alternativa al dogmatismo de la escuela de Chicago, recordando que la economía no son solo números, sino también una filosofía de libertad. Su énfasis en la descentralización y la elección individual es especialmente relevante en la era de la digitalización, cuando las tecnologías crean nuevas oportunidades para el ordenamiento natural.
Sin embargo, estas ideas requieren un equilibrio: la libertad es efectiva solo en combinación con la protección contra los monopolios y la consideración de desafíos sociales como el aumento de la desigualdad o la crisis climática.
Para el futuro de la economía, los principios austriacos pueden ser integrados con otros enfoques. Los sistemas descentralizados basados en IA son capaces de materializar un orden espontáneo, minimizando la intervención externa. En el contexto político, el énfasis austriaco en la libertad puede contrarrestar los regímenes autoritarios que buscan un control total.
Al igual que el liberalismo clásico, los austriacos nos enseñan a valorar el mercado, pero no a divinizarlo. Su escepticismo hacia la gestión centralizada inspira la búsqueda de nuevos modelos, donde la tecnología y la iniciativa humana crean orden sin coerción.
En un mundo donde las big tech, las crisis climáticas y la desigualdad desafían la economía, la Escuela Austriaca sigue siendo una fuente de ideas, impulsando la búsqueda de un equilibrio entre la libertad y la responsabilidad. Un enfoque híbrido que combina la creencia austriaca en el orden espontáneo con mecanismos regulatorios mínimos puede convertirse en la base para una economía sostenible del siglo XXI.
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La libertad es la madre del orden
La libertad es la madre del orden
El pensamiento económico del siglo XX estuvo en gran medida determinado por el enfrentamiento de ideas, donde cada escuela intentaba ofrecer su visión del orden ideal de la sociedad. Si la escuela de Chicago, con su fe en el mercado como solución universal a todos los problemas, se convirtió en símbolo del neoliberalismo, la escuela Austriaca marcó otro camino: filosófico, con énfasis en la libertad individual.
Fundada en las ideas de Carl Menger, Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, rechaza fórmulas matemáticas complejas, enfocándose en la naturaleza humana y el orden espontáneo. En la era de la digitalización, cuando la descentralización y la libertad de elección se convierten en temas clave, las ideas austriacas adquieren una nueva relevancia.
Analizamos en qué se diferencia la Escuela Austriaca del enfoque de Chicago y cómo se manifiestan sus principios en el mundo moderno.
Orígenes de la Escuela Austriaca
En 1871, Carl Menger publicó el libro "Principios de economía política", en el que formuló la revolucionaria teoría de la utilidad marginal. Supuso que el valor de las cosas no se determina por los costos de producción, sino por las necesidades y la percepción del consumidor.
Las ideas de Menger sentaron las bases de la teoría subjetiva del valor, que desarrollaron sus discípulos. Entre ellos, destacó especialmente Eugen von Böhm-Bawerk, autor de la obra fundamental «Capital e interés» (1884–1889).
Después de la Primera Guerra Mundial, los austríacos también desempeñaron un papel clave en el desarrollo del concepto de argumento de cálculo, dirigido a criticar la economía planificada. En su opinión, la planificación socialista no puede distribuir recursos de manera efectiva debido a la falta de precios de mercado que reflejen las preferencias individuales de los consumidores finales.
Uno de los manifiestos singulares de los austriacos en el siglo XX fue el tratado de Ludwig von Mises "La acción humana" (1949). En este libro se exponen los principios de la praxeología, un enfoque teórico que considera la economía como el resultado de las acciones de individuos racionales.
Pero el representante más célebre de la escuela fue el premio Nobel Friedrich August von Hayek, quien entre otras cosas actualizó la teoría del orden espontáneo que se remonta a las obras de Adam Smith.
Antípoda de Chicago
A diferencia de la Escuela de Chicago, que se basa en datos empíricos y modelos matemáticos, los austriacos prefieren el análisis filosófico y lógico. Sus ideas se construyen sobre tres principios clave:
Los austriacos afirman que la economía es la ciencia del comportamiento, que es demasiado compleja para ecuaciones precisas, y son escépticos sobre los modelos matemáticos populares en la Escuela de Chicago. En su lugar, proponen la praxeología: un análisis lógico que estudia los fenómenos económicos mediante un enfoque deductivo, partiendo de principios fundamentales, como que las personas actúan con propósito, tratando de mejorar su situación.
Los representantes de la escuela vinculan las crisis con la expansión crediticia artificial, provocada por las acciones de los bancos centrales. En este enfoque, los austriacos, especialmente Mises y su sucesor Murray Rothbard, abogaban por la eliminación total de los bancos centrales, considerando que su intervención conduce a la distorsión de las señales naturales del mercado. Propusieron un regreso al patrón oro o un sistema de actividad bancaria libre, donde el dinero es emitido por instituciones privadas en base a la demanda del mercado, y no al control estatal.
Si la Escuela de Chicago bajo la dirección de Milton Friedman se basa en el monetarismo, los austriacos proponen un enfoque más flexible. Comparten la fe en el mercado, pero lo ven como un sistema complejo basado en la libertad de elección. Subrayan que el mercado es eficiente solo en condiciones de verdadera libertad, y no bajo la presión de monopolios o una desregulación excesiva que puede llevar al caos.
La escuela de Chicago permitía una intervención mínima (, por ejemplo, el control de la masa monetaria ), pero los austriacos eran inicialmente más radicales. Mises y Hayek veían al estado como una amenaza para la libertad, especialmente en la planificación económica. Sin embargo, no idealizaban el mercado: Hayek advertía que sin la protección de los derechos individuales, este podría ser capturado por grandes actores, como corporaciones o monopolios.
Orden espontáneo en acción
Las ideas de la Escuela Austriaca se materializan en el mundo real, especialmente en la era de la digitalización, cuando la descentralización se ha convertido en una tendencia clave. Consideremos algunos ejemplos destacados:
En este camino hubo tanto éxitos como desafíos. Silicon Valley ha dado lugar a monopolios que limitan la competencia y la libertad, lo cual va en contra de las ideas de Hayek. Las criptomonedas, a pesar de su descentralización, han enfrentado problemas de especulación e inestabilidad. Estos ejemplos muestran que los conceptos austriacos funcionan mejor en condiciones donde la libertad se combina con la protección contra monopolios y el caos.
Descentralización en la era digital
Hoy en día, los principios de la Escuela Austríaca se discuten activamente en el contexto del futuro de la economía. El desarrollo de las tecnologías digitales ha aumentado la atención hacia Web3 y DeFi. Esto se relaciona con la perspectiva austríaca sobre el orden espontáneo, donde las decisiones se toman a nivel individual, y no por estructuras centrales.
El escepticismo austriaco hacia el control estatal también resuena con la crítica a las grandes tecnologías. Compañías como Meta o Google, que dominan el mercado, limitan la libertad de elección, creando monopolios digitales. Hayek probablemente abogaría por alternativas descentralizadas que devuelvan el control a los usuarios. Por ejemplo, proyectos como IPFS buscan crear un internet donde los datos pertenezcan a las personas, y no a las corporaciones.
Al mismo tiempo, las ideas austríacas inspiran el debate sobre la libertad en la economía. El crecimiento de la popularidad de las ideas libertarias, especialmente en los Estados Unidos, se debe en parte a la influencia de Mises y Hayek. La "Acción Humana" de Mises o "Camino de la Servidumbre" (1944) de Hayek siguen siendo obras relevantes para aquellos que ven el control estatal como una amenaza a la innovación y la libertad.
¿Idealismo o practicidad?
Los críticos de la escuela, como el neokeynesiano Paul Krugman, señalan su idealismo. La renuncia a los modelos matemáticos hace que las ideas austriacas sean difíciles de comprobar y aplicar en la política real.
Así, la lucha contra la crisis climática requiere coordinación global, lo que contradice el enfoque radical antistatista de los austriacos. Los keynesianos critican a los austriacos por ignorar el papel del estado en la estabilización de la economía durante recesiones, como la Gran Depresión o la crisis de 2008, cuando las políticas fiscal y monetaria mitigaron las consecuencias.
Otra debilidad es la vulnerabilidad del orden espontáneo ante los monopolios. Sin una regulación mínima, los grandes jugadores pueden suprimir la competencia, como se puede ver en el caso de las grandes tecnológicas. La crisis financiera de 2008, que algunos vinculan con una fe excesiva en la autorregulación del mercado, subraya los riesgos de la desregulación radical.
Los críticos también señalan que las ideas austriacas funcionan mejor en teoría que en la práctica, especialmente en países con instituciones inestables, donde la libertad sin reglas puede llevar al caos.
Lecciones para la economía del siglo XXI
La escuela austríaca ofrece una alternativa al dogmatismo de la escuela de Chicago, recordando que la economía no son solo números, sino también una filosofía de libertad. Su énfasis en la descentralización y la elección individual es especialmente relevante en la era de la digitalización, cuando las tecnologías crean nuevas oportunidades para el ordenamiento natural.
Sin embargo, estas ideas requieren un equilibrio: la libertad es efectiva solo en combinación con la protección contra los monopolios y la consideración de desafíos sociales como el aumento de la desigualdad o la crisis climática.
Para el futuro de la economía, los principios austriacos pueden ser integrados con otros enfoques. Los sistemas descentralizados basados en IA son capaces de materializar un orden espontáneo, minimizando la intervención externa. En el contexto político, el énfasis austriaco en la libertad puede contrarrestar los regímenes autoritarios que buscan un control total.
Al igual que el liberalismo clásico, los austriacos nos enseñan a valorar el mercado, pero no a divinizarlo. Su escepticismo hacia la gestión centralizada inspira la búsqueda de nuevos modelos, donde la tecnología y la iniciativa humana crean orden sin coerción.
En un mundo donde las big tech, las crisis climáticas y la desigualdad desafían la economía, la Escuela Austriaca sigue siendo una fuente de ideas, impulsando la búsqueda de un equilibrio entre la libertad y la responsabilidad. Un enfoque híbrido que combina la creencia austriaca en el orden espontáneo con mecanismos regulatorios mínimos puede convertirse en la base para una economía sostenible del siglo XXI.
Texto: Anastasia O.